El fenómeno se repetió otra vez: situado en lo alto, sentí un cambio en la temperatura, la luz se ocultó; teléfono en mano aprecié nubarrones a la distancia, los fotografié de acuerdo a la costumbre y en la pantalla apareció la siguiente imagen:
Se trataba de una tormenta, detenidamente volví a observar el horizonte y ahí estaba la tempestad, aislada en la inmensidad nublada, la amplitud de la visión me había impedido precisar el fenómeno particular.
Era una invitación a ver, a reconocer detalles y calidades en mi materia de observación. Quizá no bastaba con sólo inclinar la cámara, habría que encuadrar atendiendo elementos, formas ahí presentes, en el cielo.
lunes, 24 de mayo de 2010
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