No se sabe fotografiar cielos, se aprende en el camino.
A pesar de la inestabilidad de mi teléfono-cámara, empecé a comprender cómo se comportaba. Entendí su particular sensibilidad y su velocidad de reacción. Aquel margen de incertidumbre se desvanecía. La predictibilidad aumentó. La diversión disminuyó.
Debido a la escasa capacidad de mi teléfono y a mi curiosidad, rutinariamente descargaba las imágenes que había tomado. Las observaba detenidamente e iban surgiendo favoritas de entre múltiples tomas fallidas, borrosas, excesivamente movidas o sobreexpuetas. Sobre todo lamentaba algun cielo que había dejado pasar.
Al final comprendí que me estaba reconciliando con mi medio, fotografiar el firmamento había resultado liberador, ha sido un proyecto ingenuo y gratificante. Gracias al cielo.
lunes, 24 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario